sábado, 30 de marzo de 2013

Tarea 3

La Cenicienta - Roald Dahl 

<<¡Si ya nos la sabemos de memoria!>>, diréis. Y, sin embargo, de esta narración inventada tenéis una versión falsificada, rosada, tonta, cursi, azucarada, que alguien con la mollera un poco rancia consideró mejor para la período de la vida humana desde que se nace hasta la pubertad...

El lío se organiza en el momento en que las personas que respecto de otra tienen el mismo padre, pero no la misma madre de este cuento se marchan a casa destinada para residencia de los reyes y la pequeña se queda en la bodega a partir parte de los árboles y matas que, cortada y hecha trozos, se emplea como combustible. Allí entre ratones llora y grita, golpea la pared, se desgañita: <<¡Quiero salir de aquí! ¡Malditas en los cuentos infantiles tradicionales, mujer fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba! ¡¡Os arrancaré el moño por granujas!!>>. Y así hasta que por fin asoma el ser fantástico que se representaba bajo la forma de mujer, a quien se atribuía poder mágico y el don de adivinar el futuro por el encierro en el que está su ahijada. <<¿Qué puedo hacer por ti, Ceny querida? ¿Por qué gritas así? ¿Tan mala vida te dan esas lechuzas?>>. <<¡Frita estoy porque ellas van al baile y yo no voy!>>. La chica patalea furibunda: <<¡Pues yo también iré a esa fiesta inmunda! ¡Quiero un traje de noche, un paje, un coche, zapatos de charol, sortija, broche, pendientes de coral, pantys de seda y aromas de Paris para que pueda enamorar al el que está destinado a suceder al rey en seguida con mi belleza fina y distinguida!>>. Y dicho y hecho, al punto Cenicienta, en menos de tiempo del que aquí se cuenta, se personó en Palacio, en plena disco, dejando a sus rivales hechas cisco.

 Con Cecy bailó el Príncipe rocks miles tomándola en sus brazos varoniles y ella se le abrazó con tal vigor que allí perdió su Alteza su valor, y mientras la miró no fue posible que le dijera cosa inteligible.
Al dar las doce Ceny pensó: <<Nena, como no corras las hemos hecho buena>>, y el Príncipe gritó: <<¡No me abandones!>>, mientras se le agarraba a los riñones, y ella tirando y él hecho un pelmazo hasta que el vestido completo de una persona se hizo mil pedazos.

 La pobre se escapó medio en camisa, pero perdió un calzado que no pasa del tobillo, con la parte inferior de suela y lo demás de piel, fieltro, paño u otro tejido, más o menos escotado por el empeine con la prisa. El Príncipe, embobado, lo tomó y ante la Corte entera declaró: <<¡La dueña del pie que entre en el zapato será mi dulce esposa, o yo me mato!>>. Después, como era un poco despistado, dejó en una bandeja el chanclo amado. Una Hermanastra dijo: <<¡Esta es la mía!>>, y, en vista de que nadie la veía, pescó el zapato, lo tiró al retrete y lo escamoteó en un periquete. En su lugar, disimuladamente, dejó su zapatilla maloliente.


lunes, 4 de marzo de 2013

2ª Tarea

¡Hola chicos!

Os propongo la segunda actividad de este proyecto. ¡Espero que os guste la historia! Tenéis que crear dos finales para el relato, buscar en el diccionario palabras que no se entiendan y escribir una frase con cada una de ellas además de encontrar los “gazapos” que haya en el relato y explicarlos. Por último, tenéis que realizar un dibujo relacionado con el robo.

¡Un saludo!


Historia de la pelota robada

Érase una vez tres hermanos; Rosa, Tomás y Silvia, que vivían en una gran casa a las afueras de un pequeño pueblo. Estos tres niños eran muy conocidos en el pueblo ya que su padre era un importante investigador de arteriosclerosis y su madre era nodriza.
Un precioso día en el que las nubes estaban de color arrebol, los tres niños decidieron salir a jugar a un pequeño claro que había cerca de la casa. Lo que más les gustaba era jugar a balón prisionero. Este día, se unieron al juego otros dos niños; María y Álvaro. Mientras estaban jugando llegó la hora de la comida y la madre de los tres hermanos les llamó para ir a merendar. Entre los cinco decidieron dejar la pelota donde estaban jugando para volver más tarde y continuar con el juego. Los tres hermanos subieron hacia abajo lo más lento posible a su casa ya que tenían muchas ganas de continuar jugando. Cuando volvieron al sitio en el cual estaban jugando se encontraron con María y Álvaro discutiendo. Al verlo, los niños les preguntaron cuál era la razón de la discusión y ellos se acusaron mutuamente de haber robado la pelota con la que estaban jugando esa mañana. María les dijo que había visto a Álvaro volver a donde estaban jugando para coger la pelota y Álvaro les explicó que había vuelto pero a coger su chaqueta olvidada y que no había robado la pelota ya que cuando volvió ésta seguía allí. Además sugirió que María podía haberla robado ya que ella no tenía ninguna en su casa para jugar. Los hermanos no sabían a quién creer…